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AON y Zurich ofrecen un nuevo seguro de responsabilidad civil para arquitectos
Post patrocinado por AON el 13-11-2013, 18:42 (UTC)
 AON y Zurich ofrecen un nuevo seguro de responsabilidad civil para arquitectos
29 oct 2013
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seguro de responsabilidad civil para arquitectos

Aquella época en la que los arquitectos solo teníamos una única opción especializada de asegurar la responsabilidad civil derivada de nuestra actuación profesional ha pasado a la historia. Actualmente existen varias opciones para el seguro de responsabilidad civil para arquitectos y hoy os presentamos la opción conjunta entre la correduría de seguros, Aon, y la aseguradora, Zurich.


Aon y Zurich han diseñado un nuevo seguro de responsabilidad civil para arquitectos que según anuncian ofrece mayores coberturas que las tradicionales propuestas del mercado asegurador relacionado con el sector de la arquitectura. Un seguro para arquitectos que cubre las posibles reclamaciones derivadas del ejercicio profesional e incluye otra serie de garantías adicionales bastante ineteresantes, tales como:

Cobertura para daños patrimoniales primarios, según el límite elegido.
Daños a expedientes y documentos.
Responsabilidad civil de explotación.
Responsabilidad civil patronal.
Inhabilitación para el ejercicio de la actividad.
Responsabilidad civil por contaminación accidental.
Reclamaciones derivadas de infracciones de la LOPD.
Defensa jurídica.
Constitución de fianzas civiles.
El seguro contempla también la retroactividad ilimitada, cubriendo aquellas reclamaciones recibidas por hechos o trabajos con anterioridad a la vigencia de la nueva póliza, incluyendo hechos conocidos previamente. Y todo esto a nivel mundial (salvo USA y Canada) por lo que realizar obras fuera de tu país ya es un poquito más sencillo.

Además, si acabas de comenzar tu carrera y tienes menos de cinco años de colegiación te ofrecen una prima fija durante ese período para que comenzar tu carrera profesional no sea tan difícil. Si encima viniese con un par de encargos directos sería fantástico.
 

PSFS
Juan Manuel Heredia | Portland State University el 13-11-2013, 18:34 (UTC)
 PSFS
12 de noviembre de 2013
por Juan Manuel Heredia | Portland State University

Terminado en 1932 –el mismo año que el Empire State Building de Nueva York- el edificio para la Philadelphia Saving Fund Society (PSFS) fue la primera gran obra en los Estados Unidos construida de acuerdo a los principios de la vanguardia europea. Ubicado sobre Market Street, a dos cuadras de la alcaldía de Filadelfia, el PSFS era el edificio sede de un banco local que tuvo un papel central en la recuperación de la ciudad durante la depresión económica mundial. Sus arquitectos fueron George Howe y William Lescaze, el primero educado en la conservadora escuela de arquitectura de la Universidad de Pensilvania, el segundo un joven inmigrante suizo salido de la más progresista ETH de Zurich. Conjuntando sus habilidades e intereses teóricos, Howe y Lescaze proyectaron un edificio que si bien reúne el gusto académico por los materiales lujosos y una cierta estética streamline posee una configuración urbana y espacial netamente moderna. Cuando Le Corbusier visitó los Estados Unidos en 1935 y criticó los rascacielos neoyorquinos por su ornamentación, aglomeración y “pequeñez” uno de los pocos edificios elogiados por él fue precisamente el PSFS. En su simplicidad formal y complejidad programática, el PSFS se ajustaba a la tipología de “rascacielos cartesiano” propuesto por Le Corbusier en su Ciudad Radiante [1].

El programa del edificio incluía las oficinas centrales del banco, una sala de atención al público, locales comerciales y una estación de metro y tranvía subterráneos. De forma poco ortodoxa los arquitectos decidieron colocar la sala bancaria en el primer nivel, reservando la planta baja para comercios que generaran renta. Se ascendía al banco mediante unas amplias escalinatas y escaleras eléctricas que motivaban el acceso al interior. Tanto la sala como los locales comerciales formaban parte de un basamento de granito y cristal sobre el cual se desplantaban treinta niveles de oficinas rematados por un penthouse y el anuncio luminoso del banco. Ajustándose a las regulaciones de la época, el edificio no era más alto que la torre de la alcaldía y su famosa estatua de William Penn. Su principal virtud era de hecho su poca prominencia visual. Como afirma David Leatherbarrow, el PSFS pasa desapercibido para los habitantes de Filadelfia, ejemplificando con ello el sentido de anonimato de la modernidad;[2] el mismo sentido reclamado por Loos en sus escritos y proyectos. Al mismo tiempo el edificio también constituye un nodo importante dentro de la ciudad como recolector y encauzador de múltiples movimientos urbanos.

Las pulcras superficies del basamento reflejan el paso apresurado de peatones, automóviles, autobuses, y tranvías de superficie. Desde la acera, unas escalinatas subterráneas conducen a la estación de transporte mientras que aquellas que llevan al primer nivel lo hacen de forma más llamativa. La sala bancaria se ilumina por amplios ventanales y se delimita virtualmente por las fachadas de los edificios vecinos. La torre de oficinas se proyecta más allá del alineamiento y se articula con el basamento mediante una terraza asignada a los ejecutivos del banco. Los niveles de oficinas muestran ventanas corridas solo interrumpidas en las fachadas laterales por la estructura. El último piso es un penthouse común concebido para ser usado tanto por empleados como por directivos. En este nivel las superficies de las estancias generan una atmósfera de recogimiento que contrasta con la apertura de los espacios adyacentes. En efecto, desde la terraza de la torre se logran magníficas vistas a la ciudad y al Valle del Delaware. El edificio es coronado por un letrero de neón con las iniciales del banco en letras gigantes. Orientado hacía el noreste, este letrero fue diseñado para ser visto por aquellos que cruzan el Río Delaware por el puente Franklin procedentes de Nueva York y Nueva Jersey. Transformado hoy en día en un hotel, el PSFS sigue siendo un punto de referencia en Filadelfia y uno de los pocos edificios en esa ciudad con acceso abierto al público.

En México el PSFS se conoció a través del libro de Carlos Obregón Santacilia El Maquinismo, la Vida y la Arquitectura [3]. En esta peculiar obra, el edificio de Howe y Lescaze figura como el principal ejemplo de la “nueva arquitectura” y fue especialmente seleccionado por su autor para ilustrar la portada. Probablemente el PSFS fue también la fuente de inspiración de José Villagrán García y Enrique del Moral para su proyecto del edificio Condesa, una torre bancaria con una solución espacial muy similar pero de una mayor estridencia formal, misma que provocaría que en los años ochenta el edificio se reemplazara por un más conservador proyecto de José Luis Benlliure. En este sentido el carácter urbano y moderno del PSFS fue quizás mejor representado en México por el pionero edificio de oficinas de Juan Sordo Madaleno y Augusto H. Álvarez en Reforma y Morelos.
 

La ciudad como reflejo de sus redes
Mónica Arzoz Canalizo | @marzozcanalizo el 13-11-2013, 18:21 (UTC)
 La ciudad como reflejo de sus redes
13 de noviembre de 2013
por Mónica Arzoz Canalizo | @marzozcanalizo

En esta época en la que las redes sociales han captado la atención de los observadores del comportamiento humano, resulta interesante pensar en la más grande expresión de una red social: la ciudad. ¿Qué es lo que convierte a las ciudades en una muestra explícita de la existencia de las redes? ¿Será que las redes determinan a la ciudad, sus edificaciones y su sociedad o más bien las redes se adaptan a espacios ya construidos y solamente unen puntos ya existentes?

El término genérico “red” hace referencia a un conjunto de puntos o nodos que, según el caso, pueden ser entidades, objetos, personas, lugares o espacios conectados entre sí. El ser humano, desde siempre, se ha relacionado y funcionado a través de redes. Cada ser humano, cada espacio, ciudad o cosa, equivale a un nodo o punto esencial dentro de una red, que a su vez, está conectada con otra. Las redes lo conectan absolutamente todo. El dicho “no hay acción sin reacción” se entiende más profundamente cuando se piensa en una red. Todo nodo físico, vivo o muerto, vibra en una frecuencia determinada y está conectado con otros. Un movimiento en un punto determinado tiene repercusiones insospechadas en otra parte de la red.

Así como hay redes que unen seres humanos dentro de una sociedad a sus diferentes escalas, también existen redes que unen puntos dentro de un espacio, barrio, ciudad, país, ecosistema o planeta. Es en las ciudades o centros urbanos donde todas estas redes cobran vida y se intersectan. La ciudad está compuesta por un sistema de redes sobreimpuestas y conectadas que vinculan nodos, puntos y eventos entre ellas, a diferentes escalas físicas y temporales.

Jane Jacobs, en su famoso libro Muerte y vida de las grandes ciudades, logra capturar el por qué de la vida de una ciudad, o una parte de ella, depende directamente de las relaciones y conexiones que surgen a través de las redes que en ellas existen. Jacobs argumenta que una ciudad se reduce básicamente a conexiones, en diferentes escalas, entre personas, actividades y lugares. El éxito social y económico de una ciudad, se basa en el sistema en cadena de conexiones, las cuales surgen primordialmente en el espacio público urbano, condicionando la formación de dichos vínculos a la calidad del espacio público. Consecuentemente, una ciudad falla cuando deja de responder adecuadamente a esos nexos. Por su parte, Manuel Castells define a la ciudad moderna como una serie de “espacios de flujo”; las ciudades están formadas por un conjunto de espacios que funcionan como conectores entre puntos dentro de una o más redes. De hecho, a la sociedad que habita en ellos, Castells se refiere como “sociedad red”. El funcionamiento de esta sociedad transforma la forma de habitar y crear los espacios urbanos y privados dentro de una urbe. Al entender un centro urbano o ciudad bajo la teoría de Castells como un conjunto de espacios unidos por superposición de redes, podemos entender la complejidad de las diferentes dinámicas, patrones y procesos que en ellas ocurre. Es tan sencillo como imaginar a las ciudades como un conjunto de redes, acomodadas en capas, que a su vez están todas unidas entre sí. Una ciudad contiene redes viales, acuáticas, áreas, económicas, políticas, sociales, mediáticas, tecnológicas o informáticas.

Las ciudades generan un conjunto de flujos e interrelaciones. Su conectividad a las diferentes escalas se ha convertido en un tema tan importante que se puede entender que, hoy por hoy, la producción de ciudad está claramente definida y condicionada al buen flujo de las redes en ella. Es la ciudad la que se adapta a las redes y no viceversa. Las grandes ciudades funcionan porque sirven, nutren y embellecen esas conexiones. Una ciudad toma vida cuando funciona como una red que conecta tantos tipos de actividades urbanas y nodos como le sea posible. Una ciudad sucumbe cuando es incapaz de conectar esas actividades y se convierte en una barrera para la expansión de sus redes.

shiB
 

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